Innovación en el hogar

¿Te resulta tedioso realizar las tareas domésticas?

Es extraño el hogar en el que no haya disputas sobre cómo mantener el orden y la limpieza. Todos nos vemos obligados a ellas diariamente pero muy pocos gozan realizándolas. Gracias al avance de la tecnología, hoy en día es mucho más sencillo mantener la casa en orden, por no hablar de la liberación de la mujer, que ha permitido el reparto de los trabajos del hogar entre todos los miembros de la familia. Fue el primer paso de una serie de cambios que buscaban dar más tiempo a las cosas realmente importantes.

Hasta hace pocos años, nuestras abuelas cargaban a sus espaldas con todo el peso de la casa y no disponían de las facilidades de las que disfrutamos nosotros en la actualidad. La lavadora es un electrodoméstico imprescindible hoy en día, pero no existía en sus hogares. ¿Imaginas qué suponía lavar a mano las sábanas, los manteles o las cortinas?

Nuestras abuelas y bisabuelas sí lo saben. Limpiaban la ropa en la fuente o río del pueblo y empleaban las tradicionales tablas de lavar para limpiar las prendas manchadas. Curiosamente, la primera patente para una lavadora se concedió en 1691 pero en Europa su uso no se popularizó hasta después de la Segunda Guerra Mundial, hace apenas 70 años.

Y si no podemos vivir sin lavadora, ¿imaginas no tener frigorífico? Es uno de los pocos electrodomésticos que deben estar conectados las 24 horas al día. Gracias a su inventor, hoy podemos conservar los alimentos y disfrutar de bebidas y alimentos frescos. Charles Tellier comenzó diseñando una máquina de hacer hielo y acabó patentando el primer refrigerador funcional en 1876. Los primeros frigoríficos comerciales surgieron en torno a los años 20. Ahora, no solo enfrían sino que consiguen gracias a innovadoras tecnologías proteger los alimentos para mantenerlos frescos más tiempos.  

Todos estos avances del hogar fueron posibles gracias a inventores que apostaron por la innovación en los diseños y permitieron cambiar a mejor nuestro día a día. Actualmente, dentro del ecosistema emprendedor español existe una tradición que goza de muy buena salud, aunque muy poca visibilidad. Esto conlleva una consecuencia inmediata: las dificultades a la hora de comercializar sus productos. Se trata de los inventores, una tradición en la que España se ha ganado un puesto entre las grandes potencias del mundo.

En general, este tipo de emprendedores se encuentran alejados de las nuevas tendencias de internet, del universo de las apps y las startups. Más bien, la mayor parte de sus iniciativas se engloban dentro de las distintas ramas de la electrónica, la ingeniería y la mecánica, y buscan su aplicación en el día a día de las personas.

Tratándose de inventos muy concretos, el sistema de patentes entra en juego con mucha más intensidad. Mientras las nuevas empresas de internet basan su expansión en modelos de negocio basados en la acumulación de usuarios y la viralidad de las redes, los inventos necesitan llegar a la gran industria a través de empresas con una notable capacidad financiera para afrontar su producción. En esta situación se encuentra también la diseñadora Analía Blanco y su invento “Fábrica de Jabón”, ganador del concurso internacional de diseño James Dyson y que este mismo año declaraba para eldiario.es: 

“Mi trabajo motivado por la gran cantidad de gente que se interesa por este electrodoméstico y para la que sabes que será muy útil, porque es muy duro emprender y emprender con algo que es innovador. No es una aplicación, ni una web, con la que es fácil encontrar inversores. No existe nada parecido a la Fábrica de Jabón en el mercado y eso es un reto.”

Transformar un uso de consumo clásico en uno que apueste por la innovación no es una tarea sencilla, sin embargo la tecnología debe estar al servicio del usuario y también de sus valores. Esta sociedad demanda electrodomésticos que ayuden a un consumo responsable. Y esa misma sociedad, como factor clave de la innovación social, ha de ser garante y exigente en los cambios del sistema productivo de I+D. No solo como consumidores potenciales, sino como ciudadanos activos que desde su posición alientan y sustentan el cambio.

De este modo, conseguiríamos apoyar que estos nuevos electrodomésticos del hogar implicaran una innovación orientada hacia los valores sociales. Se alcanzaría una conexión entre lo “comercial” y lo “social” para que así el mayor beneficiario fuera siempre el uso responsable de los recursos económicos y naturales del planeta.

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